jueves, 15 de octubre de 2015

La "pica"

Cuando tenía unos cinco o seis meses comencé a experimentar una sensación algo extraña. Hace rato que ya me parecía que me estaba volviendo loca con tanto cambio, pero esto que estaba viviendo era totalmente nuevo y jamás se me había cruzado por la mente que me podría suceder algo así.



Aunque suene de lo más excéntrico, es la verdad. Cada vez que pasaba por el pasillo del supermercado donde venden los detergentes, suavizantes y todo tipo de productos de limpieza, sentía unas ganas locas de comerme lo que encontrara al paso, me daba un antojo voraz de comer…si… ¡detergente!

Luego de unos días pasé por el lado de una construcción y ese olorcito a tierra, cemento y mugre me hizo agua la boca. Lo atribuí a que era hora de almuerzo y el hambre me estaba jugando una mala pasada.

La gota que rebalsó el vaso fue una mañana que me estaba dando una ducha con un jabón Natura que me regaló una secre de la oficina, cuando de pronto me descubrí mirándolo con ganas de darle un mordisco. Reconozco que esos jabones huelen muy rico pero ¿tanto como para querer comérmelo? Aunque estaba sola y nadie sería testigo de aquel acto, me contuve de clavarle los colmillos a tan apetitoso bocadillo mañanero, pues no podría vivir conmigo misma sabiendo que comí jabón.

Empecé a preocuparme y a pensar que el problema era mi constante e insaciable hambre la que me hacía estar dispuesta a comer cualquier cosa… eso me asustó ¡¿qué sería de mí si hasta comer tierra era una opción con tal de echarme algo a la boca?! con los meses que me quedaban temía llegar como ballena al fin del embarazo, pero al paso que iba no me esperaba un destino más alentador.

Le comenté a Pelayo lo que me sucedía y él, muy empático, abrió los ojos como plato y me dijo sutilmente que el embarazo me estaba volviendo loca.

Un día en la mañana, como de costumbre, abrí un ojo y consulté a mi mejor amigo del momento, Babycenter, para ver qué novedades tenía para mí. Un poco dormida comencé a leer pero poco a poco y a medida que avanzaba en las líneas, la somnolencia comenzó a dar paso a la incredulidad. Mis ojos no daban crédito a lo que estaban leyendo.

De un salto me puse de pie y corrí al baño para mostrarle a Pelayo lo que había visto en el celular. El pobre estaba de lo más cantarín en la ducha y casi muere del susto cuando abrí la cortina con el celular en la mano gritando: ¡viste que no estoy loca!, esto que me pasa es una condición del embarazo y tiene hasta nombre, ¡se llama “la pica”!

Mi pobre marido no entendía nada de lo que estaba hablando, pero como hace tiempo decidió tener una postura zen frente a mis arranques inexplicables de locura, tomó la toalla que estaba a unos centímetros de él, se secó las manos y agarró el celular.

Cuento corto, ese día me enteré de que existe la pica, y no sólo eso ¡yo la estaba padeciendo! Según lo explicado por mi aplicación favorita, a algunas mujeres les pasa que durante el embarazo tiene ganas de comer cosas como tierra, ceniza, jabón, trozos de pintura de las paredes, yeso, cera, ¡pelos! y un sinfín de cosas raras y asquerosas. Se llama pica porque en latín así se le llama a la urraca (si, el pájaro aquel) que al parecer come de todo.

Como muchas otras cosas que te cuenta Babycenter, nadie sabe con certeza por qué pasa esto, la cosa es que pasa.

Por suerte mi amigo tuvo la amabilidad de prevenirme de no comer esas cosas pues existe una alta probabilidad de que me intoxique o de tener problemas digestivos si lo hago.