viernes, 13 de noviembre de 2015

La embarazada "califa"


Todo el mundo ha escuchado el mito de que las embarazadas se ponen cariñosas (por si alguien no entendió, me refiero a califa, hot, etc). Bueno, déjenme decirles que no es un mito, es la pura y santa verdad… a mí al menos, me pasó desde el mes cuatro en adelante.

La verdad es que jamás tuve el valor para preguntarle a mi mamá o a mis tías si esto era cierto o no por temor a que la respuesta fuera demasiado sincera y terminaran revelándome detalles que no estaba dispuesta a descubrir sobre su intimidad. Además que las viejas suelen entusiasmarse con los temas hot y seguro hubieran terminando preguntándome sobre mi propia vida sexual, algo que no pretendo discutir con las mujeres mayores de mi familia, al menos no por ahora.

Por otro lado, de mis pocas amigas que se han convertido en madres, ninguna jamás ha mencionado algo como esto y reconozco que nunca se me ocurrió preguntar, hasta aquella vez que pregunté…

Me acuerdo que hacía ya varias semanas me venía sintiendo extraña, como fogosa. Todo me parecía sensual (y sexual) y el pobre Pelayo no entendía por qué ahora me las daba de gatúbela y me acercaba por la cama ronroneando e insinuándome, mientras él, enfrascado en su libro de Paul Auster, me miraba con cara de interrogación. Intenten no imaginarse la escena pues quizás en sus mentes se verá súper erótica, pero una felina con panza, que se aproxima a duras penas gateando por la cama, y que muchas veces quedaba dada vuelta cual tortuga pataleando en el aire, no tiene nada de sexy créanme.

Al principio mi marido estaba feliz de que “le tocara” casi a diario, pero con el paso de las semanas la novedad de esta nueva versión hot mía tenía un poco agotado a Pelayo que extrañaba esas noches donde nos acostábamos, nos abrazábamos y veíamos How I meet your mother comiendo chocolate, matándonos de la risa, para luego darnos vuelta cada uno a su lado y dormir. Me atrevo a decir que hasta bajó algunos kilos, pues todo el mundo le preguntaba por qué estaba tan flaco y por supuesto yo no me daba por aludida ni imaginaba la responsabilidad que me cabía en ello.   

El caso es que estaba en un carrete femenino con un grupo de amigas y aprovechando el escenario de confianza (y que a esas alturas de la noche varias estaban “chambreadas” con la champaña y las piscolas que corrían sin cesar), lancé el comentario al aire así como que no quiere la cosa, a ver si alguien enganchaba con el tema… “no sé qué me pasa, últimamente ando súper califa y tengo puros sueños eróticos… ¿a alguna le ha pasado o soy yo la rara?”. Se produjo un silencio un poco incómodo y todas las caras se posaron sobre la mía que a esas alturas estaba de un color rojo carmín; estallaron en risa y no pude más que unirme al estrepitoso coro de carcajadas.

Cuando se calmaron las aguas mi amiga más experimentada tomó la palabra y con cara muy seria, como si de política internacional se tratara, me dijo que a ella le había pasado en todos su embarazos, que no son pocos (tres para ser exacta). Y de a poco todas las mamis del grupo se fueron relajando y contando sus experiencias.

Lo más chistoso es que a medida que iba pasando el rato y entrábamos en confianza, las lenguas se fueron soltando y el tema subió de tono. Comenzamos a contar nuestros “sueños eróticos” con lujo de detalle y me di cuenta, para mi tranquilidad, de que la mayoría soñaba con artistas de cine y galanes de teleseries, ¡algunas incluso con sus ex! Dejé de sentirme infiel, a lo Miriam Hernández cantando “Un hombre secreto”.

Recuerdo que el que más me visitaba en sueños y me miraba con cara de deseo era un personaje de una novela muy antigua, que, me atrevo a decir, es mi amor platónico oficial. No sé si recordarán a Ivo, aquel rubio con carita de niño bueno y bien sufrido de la teleserie argentina Muñeca Brava, ese con el que muchas de nosotras fantaseábamos que corríamos a sus brazos a consolarlo cuando las mujeres lo hacían llorar.

Otro que a veces hacía sus apariciones era Mel Gibson, versión joven eso sí, no el vejete arrugado que es ahora. Aunque no lo crean, antes de conocer a Ivo, Mel ocupaba el número uno de mi lista de amores platónicos y mientras todas mis amigas tapizaban su pieza con posters de Nick Carter y Brian, yo llenaba mis paredes con fotos de ese galancete de los ojos azules.

Con el paso de las semanas y el crecimiento de mi panza, la etapa hot fue amainando para dar paso a muchos otros sentimientos y sensaciones de los que ahondaré en los próximos capítulos. Al final del puerperio, ya ni para soñar me alcanzaba, puesto que dormir comenzó a ser un lujo asiático.